Por José Gálvez A.
La presión de la competencia en los negocios no solamente conlleva a una constante mejora de la oferta de valor hacia los clientes, sino también empuja a las organizaciones a responder de manera ágil toda implementación sea táctica o estratégica a fin de estar dentro de ola del mercado. Con ello, es que he prestado últimamente atención a varios clientes que mencionan la necesidad de “proponer soluciones valientes” para estar en línea con la exigencia que imprimen sus industrias y así alcanzar notable diferenciación. Aquí la pausa y reflexión de mis líneas hoy: ¿qué significa ser valiente en los negocios?
Para James C. Collins en su libro “Build to Last”, él evoca a la valentía como la capacidad de ir más allá del presente, asumiendo riesgos y con ello generando una sustantiva evolución organizacional.
Lo anterior es una condición no menor para lo que involucra dicho esfuerzo empresarial, por tanto valdría la pena cuestionar si efectivamente como empresa estamos dispuestos a asumir 3 elementos de coraje organizacional:
Disposición de aprendizaje en relación al acierto o error: las consecuencias de los decisiones se tomarán de manera responsable por los líderes de la organización y de sus equipos. Si no está el negocio dispuesto a salir de la zona de comfort y a navegar en nuevos entornos sobre la estrategia valiente, entonces haz una pausa y reflexiona. Quizás no sea el momento y se puede estar precipitando un riesgo estratégico innecesario.
Disposición de cambio en la mentalidad dentro del equipo: toda transformación hacia una iniciativa valiente demanda cambios a nivel de lo que se hace y cómo interactuamos entre los equipos de trabajo. Medir los niveles de flexibilidad organizacional (en todos sus niveles) es clave.
Disposición a la cosecha de resultados de mediano plazo: si en el nombre de la valentía no hay disposición a esperar un tiempo razonable (definido por cada empresa), entonces no estamos hablando de una estrategia, sino de una táctica de corto plazo para capitalizar resultados inmediatos. Los cambios más atrevidos a nivel de empresa se miden por sus impactos de mediano y largo plazo. Diferenciar el incentivo de la valentía respecto de las acciones del día a día invitan a reflexionar sobre las expectativas y sobre su impacto dentro de la organización.
Cuando se satisfacen los tres filtros descritos, estamos preparados como negocios para diseñar los próximos pasos estratégicos con valentía y determinación.
No se puede acuñar mejoras sustantivas manteniendo la “norma o estándar”, el “así lo hemos hecho” o el “quiero arriesgar pero no perder nada” sin poner a juicio el costo-beneficio de las decisiones que ellas implican.
Aquellos negocios que estén dispuestos a ser valientes, tienen que tomar conciencia que arriesgar es parte del juego del desarrollo empresarial y entre los elementos colaterales que está transición hacia un mejor estado asume son:
Cambios de preferencia de consumo: es probable que existan clientes o consumidores que cambiarán sus preferencias por nosotros ante nuestras movidas; pero así como se puede perder, está calculado que vamos a ganar más por nuevos segmentos capturados a partir de las modificaciones de fondo de nuestro servicio o producto. Nadie hace un cambio para perder, pero si lo observamos como dirían los economistas en el sentido de “no hay lonche gratis”, entonces sabemos que estas decisiones asumirán cierto esfuerzo sea financiero, comercial o reputacional para un beneficio futuro mayor.
Conflictos temporales a nivel interno: sin duda el cambio impacta en nuevos comportamientos, formas de comunicación e interacción entre los colaboradores. Entonces es parte de la propia reorganización natural aceptar cierto caos para llegar al orden. Y valga lo anterior decir que la transparencia sobre los objetivos de las acciones valientes debe ser comunicado transversalmente a todos los equipos para administrar inteligentemente las emociones y reacciones de ellos.
Finalmente, incertidumbre de corto plazo: a pesar de que haya la adopción operativa para la implementación de las nuevas iniciativas de valentía, no es sorpresa que pueda existir cuestionamientos de la misma y de sus resultados. ¡Tranquilidad! Los resultados transformacionales a este nivel normalmente toman tiempo porque son impactos de mediano hasta largo plazo. El destino final puede abordar turbulencias, sin embargo, cuando la ruta de acción es clara para el objetivo, no habrá nada que limite alcanzar las metas trazadas.
Con lo compartido, en algunas ocasiones invita a hacer una pausa para afinar el perfil de riesgo que se tiene como organización. Algunos concluirán que eran menos valientes (hoy) y no ven necesario un cambio más agresivo sobre su modelo actual de negocio. Otros, por el contrario, se dan cuenta que esta adrenalina es una necesidad para sobrevivir en el mercado. Cada quien reconoce en qué estado se encuentra y los invito a compartir sus ideas sobre bajo qué condiciones merece la pena ponerse en la posición de un negocio valiente.
José Gálvez A.